Con mis hermanos cuidábamos, obligados y bajo amenaza, la casa de una tía a la cual teníamos terror por ser muy severa. Viajaba toda una semana al mes a sus chequeos médicos, por lo que disfrutábamos la soledad de la vivienda jugando todos los días en su ausencia. En uno de sus viajes encontramos una gallina que caminaba por el patio de un lado a otro despreocupada. Pensamos que fue suerte encontrarla pues al vivir en un departamento nos era prohibido la tenencia de animales. Le dimos de comer, la bautizamos, le construimos una casa de madera y se convirtió en nuestra mascota oficial. Cuando la tía retornó de su viaje quiso preparar un caldo de gallina con nuestra mascota, nos opusimos llorando y rogando que no lo hiciera, la anciana cedió con el compromiso de ir todos los días a su casa. Nuestros padres lo permitieron bajo la condición de cuidar también a la tía. Nos manipularon con una gallinita.
viernes, 13 de enero de 2023
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