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viernes, 27 de noviembre de 2020

FLORISTAS

 XXXIV.

El anciano y desgastado campesino llegó al camposanto en atuendo típico. Se acercó donde las floristas a cotizar el arreglo floral más económico. Al ver su apariencia pobre y desprolija, las vendedoras de mala manera le dieron un monto de 25 pesos. El anciano trató vanamente de negociar un descuento a 20 pesos, llevándose insultos y menosprecios de las orgullosas comerciantes. Solo una de ellas apiadándose de aquel hombre, lo llamó a su puesto de venta y le hizo aquella rebaja, argumentando que todos tienen derecho de llevar flores a sus difuntos. El viejo le explicó que las flores eran para hacer un entierro digno de quien fuese la mejor autoridad de su pueblo, por lo que encargó le preparasen 100 arreglos florales. Pagó al contado ante el asombro de las otras vendedoras.  


miércoles, 18 de noviembre de 2020

REGALO DE CUMPLEAÑOS

 XXXIII.

Había festejado mi cumpleaños hasta la media noche con alegres amistades. Decidí retirarme antes de perder o mal gastar todo el dinero de mi sueldo, el cual tenía oculto en el forro de la chamarra. Caminé por las desoladas calles llevando bajo el brazo una botella sellada de licor, un exquisito y carísimo obsequio. Antes de llegar a casa, me abordaron un par de delincuentes blandiendo brillantes navajas, el más osado enumeró las cosas que querían sustraerme; billetera, celular y chamarra. El susto y la rabia fue tanta que me puse a llorar como un niño, los malhechores prometieron no hacerme daño si entregaba todo. Les pedí me quitaran la vida, que ya no me importaba. Invente de inmediato una historia trágica de un pasado vivido entre penurias, sufrimientos, maltratos y angustias.  Abrí la botella, tomé un trago largo y compartí el licor. Mientras bebíamos yo seguía lloriqueando y fantaseando más dramas a mi pasado. Al terminar el aguardiente y después de consolarme los salteadores se alejaron sin llevarse nada, mientras yo entraba a mi casa sonriente limpiando las lágrimas del rostro con las mangas de mi chamarra.        


miércoles, 11 de noviembre de 2020

DOBLE CASTIGO

 XXXII.

Sus padres le prohibieron ir al viaje de promoción, por haber reprobado en todas las materias. El joven arrogante y temerario escapó de su casa desobedeciendo el castigo.  Fue a la estación de tren, donde sus amigos abordaban alegres los vagones reservados para el viaje. Sin ser visto por sus profesores y empleados de la estación, entró a escondidas  al vagón de carga, éste era el último de la hilera de hierro. Se acurrucó en medio de  cajas y mientras aguardaba  en la oscuridad el sueño le fue ganando la espera. Al despertar no sintió el característico traqueteo sobre la línea férrea. Habían pasado varias horas por lo que decidió salir de su escondite, saltó al suelo y observó tristemente que el vagón en el cual se había refugiado era el único aparcado en  la desolada estación.  Antes de partir  había sido desenganchado del tren.   

lunes, 2 de noviembre de 2020

EL ACADEMICO LECTOR

 XXXI.

El conferencista internacional llegó al auditorio con un aire de superioridad. Resaltó en su exposición varias veces, el desinterés de la juventud hacia la lectura en estos tiempos. Al concluir el evento se acercó a felicitarlo un docente universitario, y en la conversación resaltó nuevamente la importancia de la lectura. El invitado argumentó que leía diariamente 20 libros. El cano académico le dijo sorprendido que aquello era imposible, una persona entrenada tal vez podría hacer una lectura crítica de un libro entero por día. Orgulloso el conferencista le contestó que no era necesario leer un libro en su totalidad, solo el capítulo de interés.  El anciano interpeló inmediatamente que, si aquel era el caso, él como investigador leía 40 libros por día. Cambiando de postura y molesto, el conferencista replicó la imposibilidad de aquel acto. Con una sonrisa maliciosa el anciano dijo; "si usted lee 20 libros por día, yo leo 40, porque yo solo leo el índice".