XXXIV.
El anciano
y desgastado campesino llegó al camposanto en atuendo típico. Se acercó donde las floristas a cotizar
el arreglo floral más económico. Al ver su apariencia pobre y desprolija, las vendedoras
de mala manera le dieron un monto de 25 pesos. El anciano trató vanamente de
negociar un descuento a 20 pesos, llevándose insultos y menosprecios de las
orgullosas comerciantes. Solo una de ellas apiadándose de aquel hombre, lo
llamó a su puesto de venta y le hizo aquella rebaja, argumentando que todos
tienen derecho de llevar flores a sus difuntos. El viejo le explicó que las
flores eran para hacer un entierro digno de quien fuese la mejor autoridad de su
pueblo, por lo que encargó le preparasen 100 arreglos florales. Pagó al
contado ante el asombro de las otras vendedoras.