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jueves, 14 de octubre de 2021

RETORNAR EN CAMIÓN


LIII. 

Concluí mi trabajo en un pueblito lejano y era hora de retornar a la ciudad. Un camión de sal me recogió después de esperar impaciente unas horas. La cabina ya estaba copada por lo que tuve que viajar en la carrocería sentándome sobre los adobes de sal. Puedo asegurar que fue el peor viaje de mi vida; no por la incomodidad, ni el viento, ni por el ardiente sol altiplánico, sino por la sal que desprendía la carga. Sentía con mucho dolor cómo la piel se me agrietaba y pesaba que en cualquier momento mis pulmones empezarían a sangrar. Cuando divisé de lejos la ciudad hice que el camión se detuviera. El chofer pensó que quería ir al baño y me dijo que me esperaría, le rogué que partiera sin mí, que estaba muy interesado en sacar fotografías al paisaje. Cuando el camión se fue, sacudí al viento toda mi ropa mientras calculaba las horas que aún me faltaban por caminar.