Boris “El Mandingo” era un afrodescendiente que
trabajaba trasladando en carretilla inmensos troncos extraídos del monte con
destino al aserradero del pueblo. Su gigantesca humanidad sumada a una fuerza
inmensurable, hacían que fuera temido por todos en la verde comarca. También
era conocido por disfrutar de un enfermizo pasatiempo; en las noches fiesteras de
fin de semana, cuando algún hombre que bebía demasiado y quedaba dormido en
alguna callejuela, era secuestrado sobre la carretilla del Mandingo internándolo en el monte
oscuro, donde era violado por el gigantón y abandonado a su suerte.
Una noche
de esas el respetado médico del pueblo, festejando su onomástico, anduvo de cantina
en cantina ebrio de felicidad hasta que perdió el conocimiento. Despertó en la
carretilla de Boris “El Mandigo” quien lo trasladaba calmo entre la arboleda. Sorprendido
el medico tratando de incorporarse le gritó asustado; “¡Negro! ¿Dónde me estas
llevando?”. El fornido hombre le contesto con voz ronca e irónica; “No lo estoy llevando Doctor…ya lo estoy
devolviendo”.