XXX.
Habían
pasado seis meses de ardua investigación etnográfica sobre la brujería en los
andes bolivianos. Toda su información la tenía sintetizada en una laptop que siempre
cargaba en su mochila, desconfiaba dejarla en el hotel. Unos días antes de
partir a su país le contaron de un mercado clandestino donde podía conseguir información
sobre la magia negra andina. Sin pensarlo dos veces fue a dicho lugar y mientras entrevistaba a
los vendedores, compraba los elementos rituales que usaban los brujos para hacer maleficios. Al terminar la jornada cargó en su mochila las cosas adquiridas, con la intención de fotografiarlas en la tranquilidad de su
cuarto. Retornando a su hotel fue
interceptado por dos delincuentes, quienes después de propinarle varios golpes
robaron la valiosa mochila. La policía no pudo hacer nada, y el antropólogo
tuvo que resignarse al punto de las lágrimas haber perdido meses de
investigación. Esa noche mientras acostado en su cama sufría por la tragedia,
escuchó voces en el pasillo, se levantó y caminó a la puerta desconfiado, la
abrió de golpe y encontró su mochila en el piso, la levantó de inmediato y
azotó la puerta al cerrarla. Revisó su contenido y se llevó grata sorpresa, le habían
devuelto todo, incluida una nota que decía: “Te devolvemos tus cosas, no nos embrujes por favor.”