XXXVII
Los jóvenes salieron de la cafetería tarde en la noche
jugando y riendo. Caminaban por su ruta acostumbrada y se les acercó un
delincuente blandiendo un puñal. Entregaron las billeteras y los celulares
mientras temblaban de miedo, uno de ellos le suplicó que les dejara sus
documentos, pero zigzagueó en el aire la filosa arma y se quedaron callados. Cuando
el malhechor empezó a caminar para la huida, uno de los jóvenes le dijo
sonriente: “Hasta luego, que le vaya
bonito”. El ladrón pensó que se burlaban de él, retornó en sus pasos para
golpear al muchachito que había hablado, pero los otros le suplicaron que no lo
hiciera, que no podía evitarlo porque tenía síndrome de Down. El hombre observó con extrañeza la sonrisa afable y se alejó corriendo. Después de reponerse del susto
comenzaron a caminar por su ruta, grande fue la sorpresa al encontrar sus
documentos personales tirados en la calle a una cuadra de ellos.