LI.
En la boda
de mi mejor amigo, tuve el privilegio de ser su padrino. Me gané el respeto de
la novia y su familia, gracias a mi diligente amistad. El día de la fiesta el
novio, los amigos del barrio y yo nos emocionamos tanto por el matrimonio que
terminamos borrachísimos como en los viejos tiempos. La verdad no recuerdo
mucho de aquella noche. Ya era media mañana del día siguiente cuando mi mejor
amigo me despertó desesperado. Seguíamos con ropa de gala y las botellas de
cerveza vacías estaban regadas en todo el cuarto. Estoy jodido me dijo,
mientras entraban a mi dormitorio toda una comisión furiosa de parientes del
matrimonio. Comenzaron a gritar a mi amigo por irresponsable, mientras lo
sacaban a empujones. Sin medir consecuencias tomé la palabra por sobre el
bullicio de regaños; confesé que había sido yo quien secuestró al novio, les
dije que tenía muchísimos celos de perder a mi hermano. Inventé que lo había
sacado con engaños de la fiesta y lo emborraché tanto que tuve que cargarlo en
brazos. Por suerte me creyeron. Ahora son una pareja que vive muy feliz, pero la
novia y su familia aun especulan que soy gay.