XXXIX.
Llegó al más
recóndito de todos los pueblos a hacer campaña proselitista. Se acomodó en la
plaza y encendió sus parlantes. Cuando los vecinos se acercaron curiosos, el político
comenzó con su discurso. Llegado un momento les dijo que él tenía amistades en
todas las instancias gubernamentales, traería progreso inmediato al pueblo si
apoyaban su candidatura. Estaba tan inspirado que sacó su celular delante de
todos y realizó una llamada; habló con voz clara cerca al micrófono para que la
gente escuchara. Le dijo a su interlocutor donde se encontraba y le solicitó
que priorizara mejorar el camino de acceso. Terminó la llamada e inmediatamente
realizó otra, esta vez le dijo al interlocutor que debía mandar equipamiento
para la posta sanitaria. Por último, y ante la sorpresa de todos los pobladores,
llamó a un tercero y le exigió que priorizara la mejora de la escuelita. Finalizó
la llamada y al ver que nadie le aplaudía y se retiraban molestos, les
preguntó qué les hacía falta. El alcalde del poblado moviendo
la cabeza con desapruebo, le dijo que ahí necesitaban una antena telefónica para
poder realizar llamadas por celular.