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viernes, 28 de agosto de 2020

ENCARCELADO

 XXI.

El profesor de la escuela había bebido tanto en la fiesta del hermoso pueblo, que terminó encarcelado por escándalo en vía pública. Cuando amaneció el único gendarme de la región, dejó en libertad al avergonzado bullicioso, quien suplicó a la autoridad guarde absoluta reserva de su identidad.  A media mañana del mismo día, empezó el acto protocolar del aniversario del poblado, donde asistió toda la gente, incluido el educador tratando de ocultar su identidad con una gorra y lentes de sol. El alcalde después del discurso, dio un listado de las obras entregadas, incluidas la carceleta pública y pidió un fuerte aplauso a todos los pobladores, por el estreno del nuevo recinto, citando con nombre y apellido al profesor quien fue el primer encarcelado.  


domingo, 23 de agosto de 2020

FUGA EN TRACTOR

 XX.

En los tres días de baile y bebidas que duró la fiesta del pueblito, el ingeniero más joven, enamoró con extravagantes promesas de matrimonio y mejor vida a una muchacha provinciana, todo esto con el afán de llevarla a su lecho. A primera hora del siguiente día, llegaron a la puerta del campamento, donde se alojan los empleados de la constructora, gran comitiva de autoridades y pobladores a continuar el festejo. La intención de ellos era casar a la muchacha, que resultó ser la hija del alcalde, con el joven ingeniero, caso contrario sería quemado vivo por mancillar la virtud de la dama. La voz corrió de inmediato y el ingeniero escapó por una ventana sin que nadie lo viera. Los comunarios buscaron en las cabañas, en las casas, en los automoviles y los alrededores, para que el muchacho se casara. El único lugar que no revisaron fue la pala del tractor, que marchaba lentamente a la  carretera, ahí se ocultaba entre sacos de cemento y tiritando de frío el joven ingeniero en ropa interior. 


miércoles, 19 de agosto de 2020

CANDIDATO POLÍTICO

 XIX.

Entró en la cantina saludando a todos, llevaba una guirnalda de flores en el cuello y mixturas rojas se deslizaban por sus cabellos. Sus amigos que estaban cómodamente bebiendo en una mesa, agasajaron a su candidato vitoreando su nombre. Se sentaron a debatir algunas ideas para la campaña electoral, al mismo tiempo que vaciaban la despensa del bar. El candidato tomó la palabra levantando la copa y dijo: —Muchachos, estoy seguro que voy a ganar, porque todo el mundo me conoce y votaran por mí. Por ejemplo; si yo entro a una cantina el setenta por ciento de los borrachos me saludan —bebe un sorbo largo y continúa sonriendo—. ¡Claro pues! Porque el otro treinta por ciento está durmiendo.


jueves, 13 de agosto de 2020

ABOGADOS

 XVIII.

Entró el abogado atrasado a la audiencia. Saludó al Juez quien terminaba de revisar algunos documentos. Se dio cuenta que su oponente era un enemigo de muchísimos años. Se le acercó con aire provocativo y le gritó arrogante; “Es usted un borracho, mujeriego y malviviente”. El litigante se puso de pie sin esperar invitación contestando enfurecido; “Y usted es un delincuente, charlatán y estafador”. El Juez mando a callar la sala y dijo calmo y sereno; “Bueno, ahora que se presentaron las partes, podemos proceder con el juicio”.


miércoles, 5 de agosto de 2020

AMBAIBOS Y MOTOCICLETAS

XVII.

—Allá en Riberalta pa’ entrar a mi chaco, tenemos que pasar por medio de un curichal. Pero pariente, ahí hay una sendita que en la mañana está en un lado y a la tarde en otro. Siempre nos preguntamos cómo es que se mueve aquel caminito, y resulta que había sido una tortuga gigante, tan vieja será, que en su lomo le crecieron ambaibos de cinco metros de altura y otros árboles más.

—Eso si es imposible, no le creo nadita.

—Es la purita verdad. Se lo juro por mi mamacita.

—A mí me pasó algo extraño como usted cuenta. Un día lluvioso estaba yendo en moto a Tumupasa, y justo al llegar al río Sayubá éste había crecido demasiado. Como estaba apurado me animé a cruzarlo. La fuerza era tanta que me arrebató la moto río abajo y apenas salve la vida. Después de un mes cuando pararon las lluvias, fui a buscar mi motocicleta río abajo. Y aunque no crea pariente, después de andar unos cien metros vi que brillaba algo, y era pues mi moto que todavía tenía la luz prendida.

—Eso sí que no le creo pariente, me toma por tonto.

—Si usted no me cree, yo le tengo una solución pa’ unir criterios.

—Lo escucho.

—¡Usted sáquele los ambaibos a su tortuga y yo le apago la luz a mi moto!