LXVII.
Festejamos
el cumpleaños de un amigo en su casa desde el mediodía, las carnes suculentas se
tostaban en la parrilla mientras las cervezas eran ávidamente consumidas.
Cuando oscureció y todo era fiesta, nos faltó licor por lo que me comisionaron para
ir por más. Al salir de la casa dejé la puerta entreabierta, porque sabía que
nadie escucharía el timbre a mi retorno. Adquirí los tragos y aproveché de
comprar unas hamburguesas para todos, cuando llegué a la casa vi al perro de mi
amigo en la calle, un hermoso husky llamado Tico. Asustado por no perderlo lo
llamé varias veces, lo quise sujetar, pero el animal juguetón no se dejaba.
Tuve que sacrificar las hamburguesas para convencerlo de entrar a la casa. Cuando
entramos al patio le confesé a mi amigo que su perro se había escapado. Este despreocupado observándolo me dijo que no era su perro, que lo había dejado en casa de su madre el
día anterior. Tuve que sacrificar las últimas hamburguesas para sacarlo de
la casa.