XXXIII.
Había
festejado mi cumpleaños hasta la media noche con alegres amistades. Decidí retirarme antes de perder o mal gastar todo el dinero de mi sueldo, el cual tenía
oculto en el forro de la chamarra. Caminé por las desoladas calles llevando
bajo el brazo una botella sellada de licor, un exquisito y carísimo obsequio.
Antes de llegar a casa, me abordaron un par de delincuentes blandiendo
brillantes navajas, el más osado enumeró las cosas que querían sustraerme;
billetera, celular y chamarra. El susto y la rabia fue tanta que me puse a
llorar como un niño, los malhechores prometieron no hacerme daño si entregaba
todo. Les pedí me quitaran la vida, que ya no me importaba. Invente de
inmediato una historia trágica de un pasado vivido entre penurias, sufrimientos,
maltratos y angustias. Abrí la botella, tomé
un trago largo y compartí el licor. Mientras bebíamos yo seguía lloriqueando y
fantaseando más dramas a mi pasado. Al terminar el aguardiente y después de consolarme los salteadores
se alejaron sin llevarse nada, mientras yo entraba a mi casa sonriente limpiando
las lágrimas del rostro con las mangas de mi chamarra.
Jajaja que suerte
ResponderEliminarBuena estrategia 🤭🤭
ResponderEliminarMuy bueno, como siempre Quiño. Un abrazo!
ResponderEliminar👍👍🤭
ResponderEliminarJajajaja MAÑUDO JAJAJAJA, FELIZ CUMPLEAÑOS papay
ResponderEliminarMuy interesante. Muy buena técnica y estrategia. Parece un buen consejo. Je,je.
ResponderEliminarExcelente estrategia! Uno siempre debe hacer pensar a los demas lo que uno quiere que piensen 😁😆😘 Abrazos de luz!
ResponderEliminarJajajajajaja 🤣🤣🤣🤣
ResponderEliminarJajajajaja, suerte solo pudo ser eso.
ResponderEliminarJajajajaja, suerte solo pudo ser eso.
ResponderEliminarJajajajaja, suerte solo pudo ser eso.
ResponderEliminarde que año fue la anecdota, estamos en cuarentena
ResponderEliminar