Llegó el día de defender mi tesis. Los tribunales sentados frente mío y con cara de pocos amigos, apretaban con su mirada el nudo de mi corbata. Las diapositivas pasaban una tras otra mientras explicaba dando largos respiros para ocultar mi nerviosismo. Uno de ellos observó su reloj, los otros se acomodaron aburridos en sus sillas. Esto me puso en alarma, ¡aún faltaba mucho por explicar! Aceleré mis palabras dirigiéndome al abarrotado auditorio y concluí extasiado con un “¡Amen!”. Al unísono el público respondió con otro “¡Amen!” que retumbo en la sala. Le siguió un incómodo silencio, los tribunales sorprendidos con sus semblantes de no comprender lo que había pasado, intercalan miradas entre los asistentes y mi intranquila mirada. Uno de ellos soltó una carcajada y los ánimos subieron. La tesis se llamaba; “La imposición católica en pueblos indígenas del siglo XV”.
