Para festejar sus 80 años el anciano decidió costear la fiesta del Santo Patrón de su pueblo. Invitó a sus siete hijos que jamás lo visitaban, los persuadió diciéndoles que les daría un gran regalo. Todos los hijos asistieron con sus numerosas familias, estaban convencidos que recibirían, por fin, su herencia. Firmados los documentos, sin que su padre se entere, decidieron internarlo en un asilo y abandonarlo a su suerte.
Fueron cinco
días de festejos con grupos musicales nacionales e internacionales, comilonas
de las más exquisitas, tragos importados, etc., y por sobre todo el mejor trato
para su familia. Al concluir la fiesta el anciano desapareció, nadie lo volvió a
ver jamás. Dejó una carta donde aclaraba que había vendido su casa, sus
camiones, sus terrenos y todo el dinero que acumuló en el banco fue dispuesto para
pagar la fiesta patronal, ni un centavo quedó para la herencia.