Una jadeante luz cuelga del firmamento.
El suspiro de un desconsolado
día
susurra algún profundo
pesar
y tiñe con un
halo gris las nubes.
Las hojas se estremecen
frágiles
al ritmo de una sinfonía
oscura.
Se balancean
furtivas entre sí
en busca de un hálito
de luz astral.
Mi rostro plateado
se alza al sol,
los ojos pardos no
se cierran,
mi piel bruñida
conoce lo profundo;
sabe de la inminencia
de una tempestad.
Las aves no
cantaron el día de hoy
y el silencio opaca
mi espíritu.
La tierra respira
sacudiendo polvo.
Sagrado sol de mi
esperanza ¡no te rindas!
Apropiado para estos días de fuerte ventarrón
ResponderEliminarLindo, aunque no esté muy radiante el sol, tenemos la fortuna de verlo.
ResponderEliminar